Si hay algo que he visto mucho a lo largo de mi vida empresarial, es cómo miles de pequeñas y medianas empresas (pymes) nacían y morían.

La causa de la mayoría de estos fracasos era el crecimiento acelerado, basado en un fácil acceso al crédito. Por eso, siempre suelo decir: "que la mejor manera de fundir a una PYME es prestándole mucho dinero".

Porque el problema de la pyme no es falta de dinero sino falta de gerenciamiento. Planifican mal, no se organizan bien, no cuentan con recursos humanos capacitados y sus sistemas de control son ineficientes o nulos.

De alguna manera, en el concierto de los países, el Paraguay es como una pyme. Su problema no es la falta de financiamiento sino su problema es la falta de gerenciamiento de la mayoría de las instituciones que componen el Estado paraguayo.

Hay dos excepciones –el Banco Central y el Ministerio de Hacienda– que son instituciones sólidas y con recursos humanos altamente capacitados, que nos han asegurado a lo largo de más de sesenta años la estabilidad.

Pero así como hemos construido –con apoyo internacional– instituciones para la macroeconomía y la estabilidad, no hemos podido construir las instituciones para la microeconomía y el desarrollo.

Estas instituciones deberían ser aquellas que ejecutan los diferentes programas, como los ministerios, las gobernaciones y los municipios.

El problema es que en el Paraguay estas instituciones son muy débiles y muchas de ellas están impregnadas de corrupción.

Es tan cierto lo que decía el gurú de la Administración Peter Drucker "que los países subdesarrollados son realmente subadministrados".

El reflexionar sobre esto es fundamental en un momento en que el Paraguay se encuentra en una situación que nunca había vivido en toda su historia... ahora le sobra dinero.

Le sobra dinero porque en el año 2013 salimos al mercado internacional por medio de la emisión de Bonos Soberanos. Esta tarea de captar recursos fue realizada impecablemente por nuestras dos instituciones más fuertes –el BCP y Hacienda– quienes obtuvieron 1.500 millones de dólares entre el 2013 y el 2014.

El problema es que ese dinero tiene que ser utilizado por instituciones ejecutoras sumamente débiles, como el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), que tiene pocos recursos humanos calificados, que tiene escasos proyectos bien elaborados, que tiene grandes problemas legales en las licitaciones, etc.

El resultado ha sido que hemos utilizado menos del 50% de los fondos recibidos, pero estamos pagando intereses por el 100% desde hace dos años.

El otro ejemplo lo vemos en los fondos que son manejados por el Fondo Nacional de Inversión Pública y Desarrollo (Fonacide). Estos fondos se originaron en año 2011, cuando el Paraguay consiguió que el Brasil triplicara su pago de compensaciones por la cesión de energía de Itaipú.

Con gran alegría la ciudadanía recibió la noticia de la creación del Fonacide que permitía blindar contra el mal uso, los 360 millones de dólares anuales que el Paraguay iba a comenzar a recibir.

Esos fondos fueron a un fideicomiso y su utilización estaba limitada a la educación, la salud y la infraestructura, una parte a través de los Ministerios y otra parte a través de las Gobernaciones y Municipios.

Nuevamente la falta de proyectos de inversión, la lentitud en la toma de decisiones y el carnaval de corrupción en el uso por parte de las Gobernaciones y Municipalidades, han tirado por tierra esta hermosa iniciativa.

La conclusión es que el desarrollo de un país solamente va a ser posible con buen gerenciamiento público y privado. Nuestro país tiene dos instituciones como el BCP y Hacienda que nos aseguran estabilidad, pero todas las instituciones responsables del desarrollo económico y social son extremadamente débiles y muchas minadas por la corrupción.

Tenemos que sanearlas y fortalecerlas. Lo peor que podemos hacer es darles mucho dinero... como a las pymes.

Por Alberto Acosta Garbarino Presidente de Dende